A la bella Cafayate la rodean, apenas a pocos kilómetros los cerros Santa Teresita,San Isidro y de La Cruz,un paisaje de montañas pétreas ,cielo azul y churquis.En esa mañana diáfana partimos,para conocer algo más que la recoleta y encalada ciudad.Los viñedos comenzaban a mostrarse.
Y las montañas ,verdes,azuladas,grises, le daban marco a la verdura de la vid.
Estos eran nuestros objetivos, llegar hasta el Divisadero,la Cueva del Suri y la Finca Las Nubes, donde podríamos visitar una bodega.
Primera estación: el Divisadero,su nombre deriva del verbo divisar, pues subiendo 2 horas de caminata por los cerros se puede apreciar una vista magnífica del valle.OBVIO , no subimos.
Pero sí nos atrevimos a atravesar el cauce el Río Colorado, para ascender hasta su confluencia con el río Lorohuasi,guiados por Franco,descendiente de indios calchaquíes,habitante de la montaña,que todos los días intenta explicar a los turistas su pasado y su presente.
Rumorosas y límpidas corren las aguas de estos ríos de alta montaña.
Sabi descansa contemplando el cielo azul cobalto y el espectacular paisaje.
Segunda estación :la Cueva del Suri,comenzamos a trepar ,esta vez , con Miriam,nuestra guía,tímida y casi sienciosa, que no nos daba precisiones sobre el lugar, quizás para no asustarnos, porque fue largo y escarpado el recorrido.
Huellas tangibles de la presencia del hombre primitivo aparecían ante nuestros ojos como este mortero comunitario, donde probablemente las mujeres molían el maíz y otros granos.
Al fin llegamos, aquí ,sobre la roca, se veía claramente la figura de un Suri, este avestruz andino, venerado como animal sagrado,que representa toda la virilidad, pero también toda la protección ,ya que debe luchar con los otros machos para procrear con varias hembras, pero luego él será el encargado de empollar los huevos y cuidar de ellos hasta el nacimiento de los pichones ¡¡Grande,Pa!!!
La cueva era una enorme piedra apoyada sobre otras, con una hendidura estrecha en su entrada.Se cree que era usada para ceremoniales y almacenamiento de comida.
Y allí fuimos...sin saber exactamente qué había adentro¿polvo?¿alimañas?¿oscuridad?.Poco importaba, queríamos estar donde hace miles de años estuvieron nuestros ancestros.
¡Y lo logramos! Extrañamente, después de la estrecha entrada,el espacio se ampliaba hasta permitir que estuviéramos parados.
Al fondo se observa la estrecha entrada a la cueva.
Julito ,saliendo,tal como debió hacerlo el chamán de la tribu.
Y comenzamos el descenso...
Hasta llegar a la fresca acequia,no podíamos creer que habíamos trepado hasta la falda del cerro.Quique, se refrescó en las límpidas aguas.
Tercera estación: La bodega.Apenas unos kilómetros ,al pie del cerro,nos encontramos con la finca Las Nubes, un primoroso lugar,donde se respira el amor de la gente por su tierra,por su sol y por sus vides.
La bodega Mounier es una de las tantas que componen la Ruta del Vino.Emprendimiento familiar, que refleja,sin dudas, la pasión por el vino ,donde no interesa la cantidad sino la calidad,donde la dueña de la bodega sirve las mesas y donde todo se elabora con cuidado y dedicación.
Hileras de vides, bajo el sol cafayateño y enmarcadas por las montañas azules y verdes.
Una charla donde todos aprendimos algo sobre esta criatura viva y sorprendente que es el vino,quien habla es la esposa del dueño de la bodega,lo hizo con pasión, por más de dos horas.
Luego nos mostró todo el proceso de elaboración.
Y los viñedos, siempre rodeándonos.
Esta galería, típicamente cafayateña, con sus techos de caña,rejas,toneles que servían de macetas,nos esperaba con su frescura, para brindarnos la delicia de sus humitas y el sabor del vino torrontés.
Hasta el mínimo detalle estaba cuidado para dar comodidad al visitante.
Escaleras de piedras, coposos árboles, enmarcando el paradisíaco lugar.Julito se tiró a descansar bajo la sombra refrescante.
Pero nos esperaban las humitas y el vinito.
Y así nos despedimos de Cafayate,de su gente, de sus paisajesy de sus viñedos,pero nos llevamos en el alma estas palabras que se encuentran en el Museo del Vino:
Y las montañas ,verdes,azuladas,grises, le daban marco a la verdura de la vid.
Estos eran nuestros objetivos, llegar hasta el Divisadero,la Cueva del Suri y la Finca Las Nubes, donde podríamos visitar una bodega.
Primera estación: el Divisadero,su nombre deriva del verbo divisar, pues subiendo 2 horas de caminata por los cerros se puede apreciar una vista magnífica del valle.OBVIO , no subimos.
Pero sí nos atrevimos a atravesar el cauce el Río Colorado, para ascender hasta su confluencia con el río Lorohuasi,guiados por Franco,descendiente de indios calchaquíes,habitante de la montaña,que todos los días intenta explicar a los turistas su pasado y su presente.
Rumorosas y límpidas corren las aguas de estos ríos de alta montaña.
Sabi descansa contemplando el cielo azul cobalto y el espectacular paisaje.
Segunda estación :la Cueva del Suri,comenzamos a trepar ,esta vez , con Miriam,nuestra guía,tímida y casi sienciosa, que no nos daba precisiones sobre el lugar, quizás para no asustarnos, porque fue largo y escarpado el recorrido.
Huellas tangibles de la presencia del hombre primitivo aparecían ante nuestros ojos como este mortero comunitario, donde probablemente las mujeres molían el maíz y otros granos.
Al fin llegamos, aquí ,sobre la roca, se veía claramente la figura de un Suri, este avestruz andino, venerado como animal sagrado,que representa toda la virilidad, pero también toda la protección ,ya que debe luchar con los otros machos para procrear con varias hembras, pero luego él será el encargado de empollar los huevos y cuidar de ellos hasta el nacimiento de los pichones ¡¡Grande,Pa!!!
La cueva era una enorme piedra apoyada sobre otras, con una hendidura estrecha en su entrada.Se cree que era usada para ceremoniales y almacenamiento de comida.
Y allí fuimos...sin saber exactamente qué había adentro¿polvo?¿alimañas?¿oscuridad?.Poco importaba, queríamos estar donde hace miles de años estuvieron nuestros ancestros.
¡Y lo logramos! Extrañamente, después de la estrecha entrada,el espacio se ampliaba hasta permitir que estuviéramos parados.
Al fondo se observa la estrecha entrada a la cueva.
Julito ,saliendo,tal como debió hacerlo el chamán de la tribu.
Y comenzamos el descenso...
Hasta llegar a la fresca acequia,no podíamos creer que habíamos trepado hasta la falda del cerro.Quique, se refrescó en las límpidas aguas.
Tercera estación: La bodega.Apenas unos kilómetros ,al pie del cerro,nos encontramos con la finca Las Nubes, un primoroso lugar,donde se respira el amor de la gente por su tierra,por su sol y por sus vides.
La bodega Mounier es una de las tantas que componen la Ruta del Vino.Emprendimiento familiar, que refleja,sin dudas, la pasión por el vino ,donde no interesa la cantidad sino la calidad,donde la dueña de la bodega sirve las mesas y donde todo se elabora con cuidado y dedicación.
Hileras de vides, bajo el sol cafayateño y enmarcadas por las montañas azules y verdes.
Una charla donde todos aprendimos algo sobre esta criatura viva y sorprendente que es el vino,quien habla es la esposa del dueño de la bodega,lo hizo con pasión, por más de dos horas.
Luego nos mostró todo el proceso de elaboración.
Y los viñedos, siempre rodeándonos.
Esta galería, típicamente cafayateña, con sus techos de caña,rejas,toneles que servían de macetas,nos esperaba con su frescura, para brindarnos la delicia de sus humitas y el sabor del vino torrontés.
Hasta el mínimo detalle estaba cuidado para dar comodidad al visitante.
Escaleras de piedras, coposos árboles, enmarcando el paradisíaco lugar.Julito se tiró a descansar bajo la sombra refrescante.
Pero nos esperaban las humitas y el vinito.
Y así nos despedimos de Cafayate,de su gente, de sus paisajesy de sus viñedos,pero nos llevamos en el alma estas palabras que se encuentran en el Museo del Vino:
Cuando te vayas de aquí
llévate para tu viaje
de Cafayate el paisaje
No hay comentarios:
Publicar un comentario